CENA CON AMIGAS ¿Qué me pongo?
Hace
un par de semanas tuve una cena especial. Una amiga -porque hace poco
tiempo que la conozco pero ya es una más del grupo-, se iba a vivir
lejos, y había que hacerle una despedida en toda regla.
Nos
reunimos más de 60 personas, yo a la mayoría no los había visto
nunca, vamos ni en fotos los había visto. Pero la verdad es que eran
todos unos soletes.
Como
toda despedida que se precie hubo sorpresas, historias del pasado en
común, muchos “¡qué contento estoy!” -forma rara que tenemos
en mi grupo de llamar a los brindis, rarezas de unos amigos cool,
bueno de un amigo, va por ti Juanan-.
Se
contuvieron las lágrimas, el ir maquillada como una puerta hace que
los sentimientos no puedan expresarse en toda su magnitud -los
chorretones de maquillaje/rimmel quitan mucho glamour-, es lo que
tiene ir estupenda.
Para
una ocasión de esta magnitud no podía ir normalita, no, no, no,
aquí había que sacar toda la artillería fashionista que
tenía mi armario.
Los
culottes de cuero blanco roto, los zapatos con tachuelas, la
blusa con lazada al cuello,... Igual me pasé un poco.
Sí,
yo me veía monérrima, pero reconozco ante vosotras una realidad,
los zapatos que llevaba no son para bailar. Me quería amputar los
pies a las 4 de la mañana, y a las 4 y cuarto estaba saliendo del
local con ganas de quitarme esas máquinas de tortura tan bonitas.
En
ese momento maldecí a mi vena trendy que tiene que ir con
tacones a los acontecimientos especiales, y soñé con unas
deportivas blancas, de esas que se llevan tanto en las últimas
temporadas.
Así
que desde la humillación de tener que dejar una buena compañía en
medio de la noche os aconsejo que si no sabéis cuándo acabará el
jolgorio mejor aprovecharse de la moda del zapato plano y las
deportivas y dejad los tacones en casa.
Erika,
te echamos de menos. Los próximos “¡qué contento estoy!” que
hagamos serán en tu honor.
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